En las calles de Zaragoza hay muchos bichos, casi todos ellos solo pintados, no seáis mal pensados.
Algunos se mueven, hablan y dirigen los cotarros, otros simplemente se quedan pegados en las paredes y nos miran con caras variadas.
Cada zaragozano puede elegir el bicho que más le guste, los que salen en los papeles o lo que se quedan quietos esperando a desaparecer.
En realidad, y aunque nosotros no lo queremos reconocer, a los bichos los elegimos nosotros desde muchas decisiones. Pero esa es otra cosa.